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Un fondo cotizado, también conocido como ETF (siglas en inglés de Exchange-Traded Funds), es una modalidad de fondo de inversión que se distingue por cotizar en la bolsa de valores, permitiendo su negociación y liquidación a lo largo del día.

La inmensa mayoría de los ETFs se rige por la gestión pasiva, es decir, su objetivo radica en emular el desempeño de un índice bursátil específico, ya sea de renta fija, variable, divisas, materias primas u otros instrumentos financieros.

A pesar de compartir características con los fondos de inversión tradicionales (también conocidos como fondos mutuos), los ETFs gozan de mayor liquidez. Al cotizar en bolsa a lo largo del día, poseen una liquidez similar a la de las acciones (aunque, como en el caso de las acciones, algunas tienen mayor liquidez que otras).

Así pues, la liquidez inmediata es la principal diferencia en comparación con los demás fondos de inversión. En los fondos mutuos, el valor liquidativo se calcula al finalizar la sesión bursátil, sumando el valor de todos los activos que contiene. Solo al cierre del día y con el valor liquidativo determinado se puede operar con estos fondos. De este modo, al comprar o vender un fondo mutuo, se realiza la transacción al precio establecido al término del día.

En contraste, los ETFs, al cotizar en bolsa, presentan un precio de cotización que fluctúa a lo largo del día. De esta manera, el inversor tiene la opción de comprar y vender en cualquier momento.

Claro está, los ETFs ostentan también un valor liquidativo, deducible al sumar el precio de los elementos que engloba. Comúnmente, el valor liquidativo y el precio de cotización guardan cierta proximidad, evitando así oportunidades de arbitraje. Sin embargo, esporádicamente, ambos valores pueden mostrar discrepancias sutiles, particularmente cuando los activos del ETF carecen de suficiente liquidez.

En contraposición a las acciones, que representan la compra de una única entidad, los ETFs, al ser fondos de inversión, implican la adquisición de un conjunto de acciones, posibilitando de un solo golpe la inversión diversificada.

Una revolución sin par en el ámbito de las inversiones, eso son los ETFs. Desde su concepción en 1993, se han originado miles de estos instrumentos. Las causas que justifican su resonante éxito se encuentran en las ventajas que enumeramos a continuación, como los costes reducidos, la facultad de diversificación y la liquidez.